Su vestido de novia se había teñido del rojo amargo de la sangre. El velo le nublaba la vista, pero se negaba a apartarlo de sus ojos. Cuanto menos viera, más feliz sería. O eso pensaba.
Pensaba que ya no le quedaban fuerzas para llorar pero pronto un lagrima salada rodó por su mejilla.
De pronto y sin avisar se asomó su corazón rojo y pequeñito. Estaba magullado y lleno de cicatrices, sin previo aviso, el corazón comenzó a hablar.
- ¿Hacía donde vamos? ¿Cuando iremos a buscarle? Le echo de menos. Estoy triste, herido y quiero volver a verle tanto como no quiero hacerlo.- Dijo el corazoncito.
La joven suspiró, y sin pensarlo dos veces agarró el corazón y lo lanzó lejos donde no pudiera verle.
Se encogió de hombros y continuó caminando.
No lo echaria de menos, sólo le había traido problemas.
Además sólo era un corazón, y éste se quejaba demasiado.
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Grande Ada!
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