NO HAY TREGUA EN EL AMOR CAP. 2


Kyllian cierra la puerta detras de ella, a veces no soporta al memo de su amigo. Pero aún así siempre siente que le debe ayudar. Para ella Ian siempre será el hermano pequeño que nunca tuvo, pese a que tienen la misma edad. Desde 1º de Primaria ha soportado sus faltas, sus locuras y sus asquerosas novias, siempre ha sido un rompecorazones y un poco gallito, pero nunca le ha echado nada de esto en cara ni ha intentado cambiarle. Pero hoy había sido diferente, algo había cambiado. Hoy se había dado cuenta de que la cosa no podía seguir así. Claramente Ian tenía que madurar. ¿Qué va a hacer cuando ella no esté para ayudarle? Con tristeza recuerda que aún no le ha comentado nada sobre su posible mudanza a España. ¿Pero por qué apenarle cuando todavía no hay nada seguro? Además aunque sabía que debía hacerlo no se sentía lo suficientemente valiente para contarselo

Con estos pensamientos en la cabeza  sale del edificio a las tres en punto y caminando pesadamente enprende el  camino de vuelta a casa.

                            ***

Kyllian se percata de aquella sombra. Lleva siguiendola por lo menos unas cuantas manzanas y aunque ha intentado dejarla atras, esta es más rápida que ella. De pronto se acerca a ella y de un tirón la arranca la práctica bandolera . “No, hoy no”, lo único que le falta ahora es eso. Sin pensárselo dos veces echa a correr tras él. El ladrón tuerce una esquina y se adentra en un callejón. No debe de ser muy listo, no se da cuenta de que el largo pasillo no tiene salida.

Tras la carrera consigue alcanzarle. “Sabes cómo defenderte Kyllian, no tengas miedo. Estos tíos van de duros pero no tienen agallas”, se convence.

La joven le propina una buena patada en la cara, tras esta un puñetazo. El ladrón es fuerte y consigue inmovilizarla; por suerte también sabe utilizar los dientes.

Entonces localiza el objeto brillante que el agresor esconde en el antebrazo. Una gota de sudor frio baja lentamente por su espalda. Todas aquellas frases alentadoras se convierten en el desgarrador susurro del miedo. Intenta, en vano, encontrar en los ojos del ladrón algo que no sea locura. Piensa en cómo salir de esta. El joven fornido le coloca la navaja demasiado cerca del cuello. Y ninguna de sus técnicas judocas sirven cuando te tienen completamente inmovilizada por esa ventaja que le has dado a tu oponente sintiendo miedo.


2 comentarios:

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