-Escribe, escribe lo que pienses, eso te ayudará a sentirte mejor. Ya que no quieres contarme nada, al menos hazme caso en esto.- Dijo el hombre. Era psicólogo de oficio.
-¿Escribir?- Preguntó la niña. No creía necesitar hacer esos estúpidos ejercicios. Encima ella se sentía bien, eran sus padres que estaban idiotizados.
-Ten.
-Oh, un querido diario.- Murmuró ella con sarcásmo. No era una niña tonta que escribía su dia a dia pensando que a alguien le podría interesar. Ella era plenamente consciente de que sólo sería una cara más en el mundo.
-Venga. Que yo te vea.
-¿No puedo escribir en casa?- Ambos sabían que en cuanto cruzara la puerta de la sala, olvidaría el ejercicio y se centaría en las acciones banales a las cuales dedicaba el tiempo durante el día.
-No.
-Pero, Kenzo.- El verdadero nombre del psiquiatra era Lorenzo, pero la niña le llamaba así porque le daba la real gana.- Quisiera tener un poco de intimidad.
-No te voy a espiar, Miranda, de verdad.- Sí. ¿Por qué iba a espiarla? ¿Qué le iba a interesar lo que escribiera una niñata de trece años? Aun así, si ella fuera él, leería por encima del hombro aunque solo fuera por aburrimento. - Pues ponte a hacer otras cosas.- Le replicó.
Kenzo asintió cansado y le tendió el cuaderno.
Miranda, que así se llamaba la niña, resopló fuertemente, lo que hizo que su flequillo rubio se moviera, y cogió el cuaderno. Era grueso y de un tono morado oscuro, las páginas estaban completamente en blanco. Kenzo le ofreció dos bolígrafos, Miranda escogió el boli bic azul. Y viendo que no le quedaba otra, empezó a escribir.
Cuando la niña comenzó, Kenzo leyó por encima de su hombro. Tenía demasiada curiosiadad. Escribir era realmente terapéutico, o al menos eso pensaba él, que creía que cuando uno escrinbía estaba hablando consigo mismo y de esa manera podía llegar a ver las cosas más claras.
Kenzo leyó la primera frase.
<<Querido
nadie, porque espero que nadie lea esto nunca, y menos tú, Kenzo el
psicólogo cotilla. No cumplir promesas es poco profesional.>> Se puso colorado hasta las orejas. Miranda, que vió su reacción mostró una sonrisa pícara y no volivió a coger el bolígrafo hasta que el hombre se fue al otro lado de la habitación.
Una vez lo tuvo lejos, continuó escribiendo.
<<Escribo por obligación. Porque el "psicólogo cotilla" opina que es bueno para mí (aunque yo pienso que sólo quiere tenerme entretenida) y mis padres pagan para que Kenzo opine. Kenzo es, mi psicólogo. No estoy loca pero mis padres no quieren hablar conmigo así que prefieren pagar a este hombre, antes desconocido, para que descubra por qué la pequeña Miranda no canta con los pájaros y vomita arcoirís todo el tiempo.
Ellos, pedazo de estúpidos, creen que no soy feliz.
A mis padres les preocupa que pase los dias del verano en mi habitación, escuchando música, en vez de estar jugando con mi vecina Alisa tal y como hacía cuando tenía unos bastantes años menos. Y les gustaría saber por qué soy tan pesimista y estoy la mayor parte del tiempo de mal humor.
Si paso los días sola es porque, mejor estar sola que mal acompañada,¿no? el verano es aburrido. En mi vecindario de pijolis no hay nada que hacer. Alisa es idiota y aburrida.
No se por qué mis padres están tan obcecados conmigo. También tengo una hermana que está más perdidita en la vida que yo.
Mi hermana mayor, ésta, mencionada antes, se llama Belle y tiene diecisiete años. Y ahora mismo es el putón del vecindario. Antes era la niña rubia y dulce y preferida de todo el barrio y de mis padres.
Pero creció, hizo amistades, dejó los estudios y empezo a salir con el inútil de Eco.
En realidad no se llama Eco, sino Eduardo, pero se llama a si mismo, Eco porque es tan guay que todo lo que dice y hace resonará en tu cerebro creando , eco. Sí, este chaval es muy imbécil.
Y mis padres que, supuestamente confían en ella, la llevaron a traición a un ginecólogo por si estaba embarazada. En consecuencia, Belle amenaza con irse de casa. Quiere vivir con el amor de su vida que es el único que la entiende.
Es decir, que las cosas están un poco tensas en casa.
Ya he hablado de lo que me rodea. ¿Quien soy yo?
Me llamo Miranda Rodrigez y tengo trece años. ¿Físco? Soy medianamente altya, medianamente delgada y medianamente rubia.
¿Y qué más puedo escribir?>>
Miranda alzó la vista y llamó a Kenzo.
-Ya. Ya he escrito todo lo que podría escribir.- Dijo la niña. Ambos miraron el gran reloj que colgaba de la pared. Quedaba un cuarto de hora de sesión. Miranda resopló por segunda vez en cuarenta y cinco minutos. Kenzo pensó en la respuesta durante unos segundos.
-Pues, escribe lo que sientas. ¿Qué sientes en estos momentos?
Miranda olvidó que el psicólogo cotilla seguía ahí detrás.
<<Kenzo me ha pedido que escriba lo que siento en este preciso instante. Mi vida es paso de tiempo a cambio de nada. ¿Qué siento? No siento nada.
Nada. Sólo un profundo vacío que llega a doler.>>
By Ada.
Me he sentido identificada con Miranda, he sentido una especie de... Extraña empatía hacia ella que me ha hecho sentir algo muy, muy especial.
ResponderEliminarGracias por llenar los vacíos de mi corazón con tus palabras, te quiero, Adita <3 ^^