Cassie camina
alegremente por la calle, ha quedado con Sarah en La Octava Nota, el bar de
moda de la ciudad.
Su día ha sido
lamentablemente normal, las clases han sido aburridas, y ahora que el fin de
curso se acerca los exámenes son más complejos y cada día se convierte en una
interminable cuenta atrás para el gran premio: las esperadas vacaciones de
verano en las que se apartan los estudios, y todos están más relajados y
felices. Algo interrumpe sus pensamientos. Ha oído un… ¿grito?
Sigue el sonido y
se adentra en un oscuro callejón un chico y una chica representan lo que a
simple vista se podría considerar una escena romántica. De no ser, claro está, que
el hombre no sostuviera una cosa afilada y plateada contra el cuello de la
joven.
Cassie no lo
piensa, coge una gran piedra y la estampa contra la cabeza del agresor. Y esté caé desplomado al suelo. Se
queda blanca, ¿Y si lo ha matado? Pronto recupera el color al ver que el pecho
del hombre sube y baja al ritmo de su respiración.
Es entonces cuando
se detiene a observar a la chica. Tiene un pelo castaño que le cae en
rizos sobre los hombros. Sus ojos grises reflejan miedo. Sus labios se
abren, quizás para
articular un “gracias” o un “te debo mi vida Pero lo único que dice es:
-¿Cómo?-.
Instintivamente
Cassie le replica lo primero que le viene a la cabeza:
-Cogí una piedra y se la he tirada a la cabeza, parece que tengo puntería.-
Ahora es su turno
de preguntar: -¿Qué ha pasado? ¿Quién eres? ¿Estás bien?-
-Yo…- Empieza.
Cassie la mira, se le ve pequeña ahora y sobretodo muy asustada.
-¿Sabes qué? ¿Por
qué no me lo cuentas mientras tomamos un café?- Pregunta con amabilidad mientras la ayuda a levantarse.
-No
me gusta el café, pero acepto con gusto